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martes, 23 de marzo de 2010

“El perdón”


Luz María Elizabeth Rojas Contreras.

Es necesario, de vez en cuando, que limpiemos la mente y corazón de los sentimientos negativos que nos mantienen limitados, el medio efectivo no es otro más que la reconciliación. Llegamos a un momento en la vida donde sentimos la necesidad de acudir a esa persona y en un intento de recobrar la relación una vez existente: hablar.

Muchas veces es difícil reconocer una falla, dependiendo el nivel de orgullo o la gravedad del asunto, mas no hay mejor solución que afrontarlo, y más que excusarnos reconocer con humildad. Estar seguros que la verdad hace menos daño que una situación mal llevada. Tratar de tener en mente que no es un sacrificio en vano, que no se trata solo de la tranquilidad personal recordar que hay otro que está siendo afectado, no olvidar que como humanos es inalienable a nosotros cometer errores y que siendo así no hay mejor solución que enmendarnos y comprometernos a dar lo mejor de nosotros para no caer de nuevo.

Y ¿qué pasa si yo busca esa reconciliación y a la otra persona le cuesta aceptarlo? Basta acercarnos y según sea el caso insistir, manteniendo nuestra dignidad sin caer en “arrastrarse” y al presentarse el caso contrario, reconocer que a nosotros nos gustaría arreglarnos de forma exitosa al fallar.

No será hasta ese momento de franqueza cuando la paz de conciencia regresará, donde ese sentimiento de ser piedra en el zapato para alguien más, o bien, sentir resentimiento o peor aún, tener la incertidumbre de que será lo verdaderamente sucedido, dejara de existir.


Vale añadir desde mi perspectiva personal y retomando el tiempo litúrgico que estamos atravesando, Cuaresma, que estamos invitados a aceptar el amor de Dios, el que va más allá del corazón humano, que perdona todas nuestras faltas. La parábola del hijo pródigo describe a un Dios que manifiesta su poder y justicia, perdonando, amando, acogiendo. No es el juez estricto que lleva cuentas de nuestros actos ni un Dios lejano o castigador, sino un Dios que abre los brazos, y regala dones y da premios como el anillo y el becerro gordo. Pero no debemos abusar de su misericordia con nuestros caprichos. Debemos corresponder a su amor haciendo su voluntad y llevando su mensaje a otras personas.


1 comentario:

  1. Saludos.
    Perdonar... se supone que el ser humano tiene esa vocación y que difícil es hacerlo cuando el agravio llega hasta el alma...

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